jueves, 27 de noviembre de 2014

Intelectuales y herejes.

Su peor enemigo fue el conocimiento y este les llevó a que la iglesia los tachara, juzgara y persiguiera. En la Edad Media, los hombres enfocados a descubrir avances técnicos y a hacer avanzar la ciencia se tachaban de blasfemos y acababan siendo asesinados. Aunque la ciencia tenía y tiene una gran función en nuestra vida, la de mejorarla, siempre ha causado controversia. Y más en esta época, en la cual, todos los libros estaban en manos de la iglesia, por lo que todo lo que estuviera fuera de sus gustos era tachado y echado a la hoguera. Algunos de los filósofos de esta época que fueron víctimas de la Iglesia o de la Inquisición son los siguientes:

Hipatia de Alejandría:
Vivió a mediados del siglo VI, era hija de un astrónomo y matemático de nombre Teón, su figura simbolizó la lucha entre los cristianos y los paganos. Era considerada el espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita. Destacó en el terreno de las matemáticas y astronomía.
Hipatia murió a los 45 o 60 años (dependiendo de cuál sea su fecha correcta de nacimiento), linchada por una turba de cristianos. Su asesinato se produjo en el marco de la hostilidad cristiana contra el declinante paganismo y las luchas políticas entre las distintas facciones de la Iglesia, el patriarcado alejandrino y el poder imperial.

Anaxágoras:
Nació en Clazomene (en la actual Turquía). Fue un filósofo presocrático que introdujo la noción de nous (mente o pensamiento) como elemento fundamental de su concepción física.
Sin embargo, fue acusado de impío en Atenas, por afirmar que el Sol era una enorme piedra ardiente, y no un dios, y que la Luna reflejaba meramente su luz; estas afirmaciones motivaron su exilio y hubiera terminado en la cárcel, de no ser salvado por Pericles, alumno suyo.

Maimónides:
Fue el médico, rabino y teólogo judío más célebre de la Edad Media. Tuvo una enorme importancia como filósofo en el pensamiento medieval. Nació en Córdoba en el año 1135.
Sufrió el exilio, primero dentro de Al Ándalus y después por el norte de África, debido a la intolerancia religiosa del Imperio Almohade. Maimónides, uno de los filósofos más grandes de la historia, intentó conciliar fe y razón, lo que le atrajo las críticas tanto de pensadores musulmanes como de parte de sus propios correligionarios judíos.

Leonardo Da Vinci:
Nació el 15 de abril de 1452 en Anchiano, cerca de Vinci, actual Italia. Fue crucial en el desarrollo de la cultura occidental, siendo reconocido como el padre del Renacimiento. Es por excelencia, para numerosos artistas y científicos actuales, el genio del segundo milenio.
No obstante el contexto cultural y social en el que se encontraba, marco mucho su carrera, fue acusado de homosexual por la inquisición, lo que lo llevo a sufrir persecuciones y a enfrentarse con la iglesia católica.

Nicolás Copérnico:
Nació en Torun la actual Polonia en 1473, él fue el primer astrónomo que estudio la teoría heliocéntrica del Sistema Solar. Su libro, "De revolutionibus orbium coelestium" (de las revoluciones de las esferas celestes), es usualmente concebido como el punto inicial o fundador de la astronomía moderna, además de ser una pieza clave en lo que se llamó la Revolución Científica, en la época del Renacimiento.
Esto ocasionó que la iglesia lo rechazara y lo persiguiera. A su vez varios científicos desaprobaban sus teorías, por lo que durante muchos años fue objeto de rechazo entre los mismos hombres de ciencia.

Miguel Servet:
Nació el 29 de septiembre de 1511, fue un teólogo y científico español. Sus intereses abarcaron muchas ramas: astronomía, meteorología, geografía, jurisprudencia, teología y el estudio de la Biblia, matemáticas, anatomía y medicina. Parte de su fama posterior se debe a su trabajo sobre la circulación pulmonar descrita en su obra Christianismi Restitutio.
Participó en la Reforma Protestante y desarrolló una cristología contraria a la Trinidad. Repudiado tanto por los católicos como por los protestantes, fue arrestado en Ginebra, sometido a juicio y condenado a morir en la hoguera por orden del Consejo de la Ciudad, cuando en ella predominaba la influencia de Juan Calvino.

Ser y devenir. Parménides vs. Heráclito.




 Parménides de Elea:

Su doctrina se basa en la afirmación del ser y el rechazo del devenir. El ser es uno, y la afirmación de la multiplicidad que implica el devenir, y el devenir del mismo no pasan de se meras ilusiones. Parménides veía dos caminos para acceder al conocimiento: la vía de la verdad y la vía de la opinión.

Afirma Parménides la unidad e identidad del ser. El ser es, lo uno es. La afirmación del ser se opone al cambio, al devenir, y a la multiplicidad. Frente al devenir, al cambio de la realidad que habían afirmado los filósofos jonios y los pitagóricos, Parménides alzara su voz que habla en nombre de la razón: la afirmación de que algo cambia supone el reconocimiento de que ahora "es" algo que "no era" antes, lo que resultaría contradictorio y, por lo tanto, inaceptable. La afirmación del cambio supone la aceptación de este paso del "ser" "al "no ser" o viceversa, pero este paso es imposible, dice Parménides, puesto que el "no ser" no es. El ser es ingénito, pues, dice Parménides si dices que procede del ser entonces no hay procedencia, puesto que ya es; y si dices que procede del "no ser" caerías en la contradicción de concebir el "no ser " como "ser", lo cual resulta inadmisible. Por la misma razón es imperecedero, ya que si dejara de ser ¿en qué se convertiría? En "no ser " es imposible, porque el no ser no es.

El ser es entero, es decir no puede ser divisible, lo que excluye la multiplicidad. Para admitir la división del ser tendríamos que reconocer la existencia del vacío, es decir, del no ser, lo cual es imposible. La nada es imposible pensarlo, pues no existe; y si fuera algún tipo de ser, entonces no habría división. La continuidad de del ser se impone necesariamente, y con ello su unidad. Igualmente, ha de ser limitado, es decir, mantenerse dentro de unos límites que lo encierran por todos lados.

 El ser al que se refiere Parménides es material, por lo que difícilmente puede ser considerado éste el padre del idealismo. El hecho de que Platón, posteriormente, aceptando los postulados parmenídeos, identificara a ese ser con la Idea, no debe ser extrapolado históricamente hasta el punto de llegar a afirmar que Parménides interpretaba el ser como algo no material. La afirmación de que de el ser es Uno, finito, parece indicar claramente una concepción material del ser.


Heráclito de Éfeso:

La afirmación del cambio, o devenir, de la realidad. (Este cosmos [el mismo de todos] no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida.) que se produce debido a:
-La oposición de elementos contrarios, que es interpretada por Heráclito como tensión o guerra entre los elementos. (Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es discordia y que todas las cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad.) Ahora bien, esa "guerra" está sometida a:
-Una ley universal, el Logos, (que podemos interpretar como razón, proporción...) que regula todo el movimiento de la realidad conduciéndolo a la armonía, y unificando así los elementos opuestos; de donde se sigue la afirmación de la unidad última de todo lo real. (No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo: hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira.)

La idea de que el mundo nos ofrece una realidad sometida al cambio no es original de Heráclito: a todos los pensadores presocrácticos les impresionó dicha observación. Las afirmaciones de que todo fluye y no se puede bañar uno dos veces en el mismo río se las atribuye Platón libremente en sus diálogos, sugiriendo la correspondiente consecuencia: nada permanece . Es probable que Heráclito insistiera en la universalidad del cambio más que sus predecesores pero, por los fragmentos que conservamos de su obra, lo hacía aún más en la idea de la medida inherente al cambio, en la estabilidad subsistente.